Hace algún tiempo dejé de escribir por diversas razones,
creo que es buen momento de retomarlo para compartir aquellas reflexiones que
me han hecho reflexionar, en muchas ocasiones crecer y madurar o al menos lo
intento.
La coherencia de vida implica necesariamente tomar el
compromiso que no hemos venido al mundo a satisfacer expectativas ajenas,
cumplir roles impuestos, dar gusto a todos o simplemente, vivir por otros.
Estamos aquí para ser felices.
El ser feliz implica el aprender a serlo, cada día y en cada
momento, debe convertirse en la fuerza vital que nos impulse a dar lo mejor de
nosotros mismos, pero lo más importante, a ser felices. Sólo tenemos una
oportunidad en la vida, podemos comenzar una y mil veces, abrir nuevos caminos
y brechas, no importa si es una o mil veces, pero el secreto es querer
intentarlo.
El ser coherente con nosotros mismos conllevará que muchos
no quieran estar en nuestras vidas, pero no lo veamos como una pérdida, sino la
mejor forma de aligerar el camino, las personas que quieran estar en la barca
se sumarán y nos aceptarán y amaran por quien somos, porque el amor y el cariño
no se condicionan, se brindan, se donan.
Dentro de la donación, lo más importante es el perdón,
porque conlleva una gran fuerza sanadora que libera nuestra alma. Primero
debemos perdonarnos para después perdonar, porque luego quedan aristas que
quedan en penumbra. Como alguna vez escuché, nuestro peor miedo, se puede convertir
en nuestro mejor aliado. Vencer el miedo, permitirá vivir en libertad.
La vida conlleva muchos retos, muchas oportunidades, sólo
con afrontar el miedo a superarlas nos damos cuenta que vale la pena vivir,
experimentar, gozar. En ocasiones también habrá lágrimas, derrotas, pero ellas
nos recuerdan la humildad para seguir aprendiendo para que así algún día tener
la satisfacción propia de confesar que he vivido.